Ayer lo intente nuevo. No pude.
Su piel tenía tu sal, su barba me arañaba el alma como si fuera la tuya.
Mi cuerpo quiso ser infiel, pero ya de madrugada a solas tuvo que admitir su fracaso para regodearse una vez más en tu recuerdo.
Lo que se antojaba como una placentera traición se torno en la peor de las torturas. Quería que acabase cuanto antes y se fuera, dentro o fuera, pero que me dejara contigo o con lo que hay de ti en mi memoria.
Mientras fingía con la mirada perdida, te vi en una esquina de la habitación disfrutando de tan patética escena...